"¿Que cómo sé dónde estaban los pozos? Porque un día que quemaban cuerpos y los tiraban ahí, cambió el viento y nos vino el olor a carne quemada". O.P (testigo protegido) declaró ayer durante seis horas en la megacausa "Arsenales II-Jefatura II", y contó episodios perturbadores que habrían ocurrido en el centro de exterminio del Arsenal Miguel de Azcuénaga, donde en los últimos años se hallaron fosas con restos de desaparecidos.
O.P consignó que fue uno de los prisioneros que más tiempo estuvo en cautiverio allí, entre julio de 1976 y junio del 1977, y que por ello -dijo- fue utilizado para ayudar en tareas de limpieza o cocina. Por este último aspecto resultó un testigo controvertido, dado que algunos sobrevivientes lo acusaron de ser un colaborador de las fuerzas de seguridad. Pero, gracias a su permanencia en el lugar y a su memoria, su declaración aportó detalles del centro. No sólo brindó nombres de secuestrados y asesinados en el Arsenal, sino también los de supuestos jefes, secuestradores y torturadores. También explicó de qué manera se dividían las tareas las fuerzas de seguridad y describió las instalaciones.
Los puntos más movilizantes de su relato fueron cuando narró episodios de violencia sexual; de cruentas torturas físicas y psicológicas; de muertes de prisioneros por falta de atención médica (José Maldonado de tétano y Víctor Safarov de gangrena). y de ejecuciones. En medio de esas historias, se convirtió en el primer declarante que involucró en su relato a los tres civiles imputados: el escribano Juan Carlos Benedicto, el sacerdote José Mijalchyk y Guillermo López Guerrero. Afirmó que al primero le habrían dicho "Juanca" o "Escribano". "Un día entré a la casilla de torturas y vi a una compañera de facultad -N.C., que declaró la semana pasada-. Juanca me ordenó que le sacara la ropa. También estaba otro de 'La Patota' al que le decían 'De María'. Se me rieron porque no quise seguir. Le sacaron el corpiño y comenzaron a manosearla. La violaron", lamentó. También recordó que ese joven lo habría llevado a la calle para que "marcara" la casa de sus amigos Margarita Laskowski y Adolfo Méndez. Ambos
fueron llevados luego al Arsenal. Él permanece desaparecido. "Livianamente me dicen que 'canté'. Pero había una mecánica para destruir al ser humano. Cuando no dabas más del dolor, es cuando te arrancaban un nombre o una dirección. Yo sabía que con eso les arrancaba la vida a ellos", afirmó.
Con respecto al cura, dijo haberlo visto un par de veces en el centro clandestino de detención, pero que no lo conocía. Y que, por el comentario de gendarmes, conoció que era el "Padre Pepe" y que trabajaba en El Colmenar. "Después supe su apellido. Un día le pedí si podía hacernos rezar. Y me respondió: 'para qué van a rezar, si se van todos al infierno'", dijo.
Por último, sindicó a López Guerrero como integrante de "La Patota" que se encargaba de los secuestros. Habría estado en el grupo que lo trasladó hasta Chaco en 1977, donde fue liberado. Como jefe de esa agrupación mencionó al acusado Luis Varela. Mientras que entre los interrogadores incluyó a Benito Palomo, Omar Godoy y Tomás Güemes. Afirmó que Celso Barraza y Alberto Montes de Oca habrían sido jefes de los gendarmes. En Arsenales vio a las víctimas Luis Falú, Trini Iramain, Gustavo Fochi; Horacio y Teresa Díaz Saravia; Enrique Sánchez, Miguel Figueroa; Anabel y Germán Cantos; Eduardo Vaca; la familia Rondoletto; Alberto Augier; Leandro Fote, Armando Arquetti, Ana Corral, Celia Medina y María de Fiad, entre otros.